Manuscrito encontrado en Zaragoza (versión de 1810), de Jan Potocki
Todo aficionado hardcore a la literatura fantástica y sus derivados, así como los entusiastas del terror, ha escuchado, en alguna ocasión, sobre la famosa Manuscrito encontrado en Zaragoza, escrita por Potocki. Este “manuscrito” no es exactamente eso, sino que se llama así porque el autor utilizó un recurso literario muy socorrido en el S. XVII, y que muchos reconocerán en obras como el casi nada reconocible Quijote. No es fortuita la relación. Ese recurso motiva la “confusión” del lector haciéndole creer que el nombre que aparece en la portada del libro no es el del autor sino el del traductor o el copista. Potocki presentó su inmortal novela de esta manera para emparentarla con una tradición antigua, abundante e hiperbólica. Todo en el Manuscrito encontrado en Zaragoza es grandilocuente, intrincado, laberíntico. Como Marc Fumaroli anuncia en la presentación de este volumen, editado por la barcelonesa Acantilado, la novela fue escrita como un homenaje a la obra máxima de Cervantes,